dejando atrás un tiempo,
escrito a lo largo de las eras,
las edades y los siglos.
Llegamos a esta tierra,
olvidando lo anteriormente acaecido,
y vivimos esta vida
navegando entre lo humano y lo divino.
No entendemos lo que pasa . . .
¿porque tanta injusticia?
¿a que se debe este destino,
que actúa arbitrariamente,
dando y quitando sin ningún sentido?
¿Acaso existe Dios?
Y si es así, ¿no se habrá dormido?
¿Porque hay niños que sufren?
¿Mientras quién hace daño ríe altivo?
¿Donde está cuando una madre
pierde a su querido hijo?
¿Donde cuando un pobre niño
muere de hambre y desatendido?
¿Donde cuando un malvado egoísta
abandona a su perro en la cuneta
y este muere de soledad o atropellado
y él feliz y sin remordimientos
disfrutando de sus vacaciones?
Dios esta al otro lado de la percepción.
Esa que nos hace sentir,
que nos hace percibir
las cosas como agradables o desagradables.
Si cuando llegamos a este mundo
nuestra percepción fuese la misma
que tenemos antes de nacer,
lo que nos causa sufrimiento
y lo que nos causa placer,
solo serían lecciones que aprender . . .
y todo nos resultaría mucho más fácil.
No se nos ocurre pensar
que todo lo que sucede
puede pertenecer a un plan,
un plan premeditado y acordado
en el que nosotros participamos
y elaboramos antes de venir al mundo
de encarnar en esta vida.
Lina
Junio - 2010