miércoles, 3 de marzo de 2010

Noah en el reino de la fantasía (4ª parte)


Mientras esperaban a que Izar el fauno se uniera a la comitiva, estuvieron dando una vuelta por los jardines. Noah no salía de su asombro, aunque la mayoría de plantas y flores eran como las que conocía, sus colores eras mucho más vivos y alegres, tenían un tamaño mayor y sus fragancias eran mucho más intensas. Al pasar por su lado, parecían emanar su perfume con mayor intensidad y vibrar con mayor frescura solo para ella. Era como si notaran su presencia y la saludaran a su paso, felices de que estuviera allí.

Los príncipes se miraron y sonrieron.
- Ellas también te dan la bienvenida -dijo Ha-mah-
- En nuestro reino, la naturaleza forma parte de sus criaturas y ellas también tienen su representante a la hora de tomar decisiones -le comento Ad-har-

De pronto se oyeron unos ladridos y llego Lluna como un torbellino dando saltos y lametones. Noah la cogió en brazos y la llenó de besos y caricias.
- ¿Como estas chiquitina?, se me olvida que aquí no eres de peluche.
-Bien -respondió Lluna que podía hacerse entender por telepatía- tu sigue a lo tuyo que yo me divierto por aquí jugando por los pasillos con las haditas y duendecillos.
Izar acababa de llegar, con lo que, los cuatro, se pusieron en marcha.


En primer lugar se dirigieron a la comunidad de los faunos. Allí el padre de Izar era uno de sus representantes, así que lo primero que hicieron fue ir a saludarle. Habitaban un bosque con árboles no demasiado altos y sus casas estaban construidas en las copas de dichos árboles. En mitad del bosque, había un claro que utilizaban para reunirse, montar fiestas y otros menesteres. Muy pronto toda la comunidad estaba congregada en el claro del bosque al conocer la noticia de la llegada de tan distinguidos visitantes. Ataviados con sus mejores galas, habían ido trayendo cada uno los ricos manjares que había podido preparar y se disponían a montar una fiesta en honor de su invitada humana. Los más pequeños, habían puesto manteles sobre las enormes setas, los más altos habían colgado gallardetes y los que tenían algún instrumento en su casa, lo habían traído para amenizar la fiesta.

En un santiamén, Noa estaba en mitad del jolgorio más rápido y más variopinto que hubiera podido imaginar. La gente bailaba y reía feliz y todos disfrutaban de la comida, que estaba deliciosa. Tartas de arándanos, de manzanas, de moras y de grosellas; empanadas de quesos y de verduras; zumos de mil maneras y sabores. Y lo más importante, la armonía y la paz que se respiraba entre aquella gente.
Cuando acabo el día, a Noah le parecía que no habían pasado ni cinco minutos. Le dolió despedirse de toda aquella gente tan maravillosa y con la que se quedaría a vivir tooooda la viiiida.
Se retiraron a descansar a casa del padre de Izar, para partir de allí a la mañana siguiente hacía otra comunidad.



La siguiente visita fue para los gnomos, que vivían colina abajo. Donde terminaba el bosque y los árboles eran más escasos, allí las setas eran todavía de mayor tamaño, y ellos las habían utilizado para construir sus casas. En cuanto les vieron llegar, salió a recibirles el representante de la comunidad, y poco a poco , fueron acudiendo los demás habitantes a saludarles.
Estos eran más serios y más concienzudos que los habitantes de la anterior comunidad, incluso los niños eran más tranquilos y armaban menos ruido, pero se les notaba igual de cariñosos y acogedores.

Después de enseñarles todo y agasajarles lo mejor que pudieron, se dispusieron a prepararles el sitio para pasar la noche en la cima de un árbol, ya que no cabían dentro de sus casas de seta. Allí tenían preparada una casa como la de los faunos, para cuando venían los príncipes, o cualquier invitado de tamaño mayor que ellos, a pasar la noche.


Después estuvieron hablando de los problemas que afectaban al reino y Toad el gnomo comento . . .
- Sabéis que soy muy observador y que me gusta mucho salir por días enteros en soledad a deambular, disfrutar la naturaleza, mirar, escuchar. El otro día, en uno de esos paseos, me pareció escuchar un llanto.
Se oía de muy lejos y sonaba muy triste.
Intente averiguar quien era . . .
. . .pero no lo pude encontrar.
Llamé . . .
. . . pero nadie me respondió.
Tal vez no tenga nada que ver, pero me dejo muy preocupado. Sonaba tan triste su lamento! Parecía un aullido de dolor!
Ya que vais a recorrer todo el reino, tenerlo en cuenta por si lo escucháis poder ayudarle.

- No te preocupes estaremos atentos y no permitiremos que ningún habitante del reino sufra, si necesita ayuda se la ofreceremos -dijo Ha-mah-


Al día siguiente partieron hacia la comunidad de los enanos. Estos vivían en las cuevas de las altas montañas, así que ahora, hacia ellas encaminaron sus pasos.

Los enanos eran más rudos, gente menos comunicativa y de menos palabra y signos expresivos. Apenas dieron muestras afectivas cuando les vieron llegar, pero sus rostros uraños y sus movimientos torpes, denotaban la alegría interna que sentían ante el privilegio de verse visitados por sus príncipes y por una humana.

Dejaron los trabajos que estaban realizando y corrieron a sentarse alrededor de los recién llegados. Esa era su humilde ofrenda de bienvenida dentro de su rudeza y su menor sociabilidad. Los niños miraban a los recién llegados con ojos tremendamente curiosos, tan poco acostumbrados como estaban a que las madres les permitieran salir de sus cuevas, y los adultos apenas se atrevían a mantener la mirada fija, si se cruzaba con la de alguna de la de los cuatro visitantes, desviándola inmediatamente hacia el suelo.

Informaron a los representantes de la comunidad de lo que les había hecho saber Toad, por si habían escuchado algo similar. Pero la parte con la que contribuían los enanos en su labor para con el reino, era más bien aportando su trabajo físico y rara vez abandonaban las cuevas donde trabajaban y vivían.
De todos modos aseguraron que si se enteraban de cualquier cosa, les avisarían.

continuara . . .