sábado, 27 de febrero de 2010

Noah en el reino de "fantasía" (2ª parte)


Noah cerro fuertemente los ojos y apretó a Lluna contra su pecho, mientras giraba y giraba, engullida por el anillo de aquel enorme torbellino.

De repente se quedó suspendida en el aire, y cayó pesadamente al suelo. La altura apenas si alcanzaría a la de las rocas de las que ella solía saltar en el acantilado, por lo que no se hizo apenas dañó en la caída, sólo unos rasguños en las rodillas y en las manos y un pequeño enganchón en el vestido.
Una de sus manos había quedado aprisionada bajo su cuerpo y junto con ella su perrita de peluche, a la que seguía agarrando con todas sus fuerzas. Entonces, pareció notar que algo se movía debajo de ella y se incorporó un tanto asustada.
¡ ¡ ¡Su peluche estaba moviendo las orejas! ! !
¡ ¡ ¡Y el rabito! ! !
Poco a poco la perrita iba tomando vida, ante los atónitos ojos de Noah!
En un santiamén la tenia lamiéndole la cara, las rodillas, las manos, . . . ¡era todo tan extraño!

Cuando consiguió tranquilizar a Lluna reparó en el paisaje que la rodeaba.
Estaba en un bosque, pero no se parecía para nada al bosque en el que ella vivía.
Ni a ningún otro bosque que ella conociera.
¡Era el bosque más maravilloso que hubiera visto jamás en su vida!
¿Que hubiera visto en su vida . . . . . .?
¡ ¡ ¡Y que hubiera podido imaginar jamás tampoco! ! !
¡Tenia árboles! y ¡flores!
Pero los árboles y las flores no eran como los que ella conocía. Su color era mucho más vistoso, alegre y llamativo. Su perfume más intenso, su textura aterciopelada y parecían balancearse al son de una canción murmurada por el viento. Los pajarillos trinaban y gorgojeaban melodías extrañas, jamas escuchadas por ella hasta entonces. Y el cielo tenía una tonalidad y un brillo como cuando acaba de llover y sale el arco iris.
Entonces Lluna empezó a gruñir y ladrar y salio corriendo en dirección a unos matorrales, que había a unos pocos metros de distancia. Noah la siguió con cautela y poco antes de llegar vio salir al fauno que se había encontrado un rato antes. Esta vez no parecía temerle a la niña e iba directo a su encuentro, fue ella la que dio unos pasos atrás algo asustada.
- Tranquila, no pienso hacerte ningún daño -le dijo clara y comprensiblemente-
- ¿Quién eres y qué quieres? -le preguntó Noah-
- Soy Izar el fauno. Y me han mandado a tu reino con la misión de traerte hasta el nuestro.
- Oh! hablas mi idioma! ! ! -dijo Noah extrañada-
- No estoy hablando ningún idioma -le respondió el fauno- nos estamos comunicando por telepatía, que es la forma de hablar de este reino. Tu hablas con tu mente y yo hablo con la mía, en lugar de enviar sonidos enviamos ondas y en las ondas mandamos imágenes y no necesitamos idiomas para entendernos.
- Pero . . . si yo no se leer la mente -dijo Noah-
- Eso es algo innato de todos los seres que habitan este reino, y mientras tú te encuentres en él, poseerás dicha facultad. Al igual que tu peluche a adquirido vida, y también podrá comunicarse mientras permanezca aquí.
- ¡Que bien! pero . . . ¿para qué te han mandado traerme aquí? y ¿quienes han sido? y ¿con qué intención? y ¿porqué no me preguntaron primero si yo estaba conforme? y ¿. . .
- Espera, espera, ¿no te parece que preguntas demasiado sin esperar a conocer las respuestas? Debes aprender a ser paciente y a tranquilizarte. Veamos, sígueme -le dijo el fauno echando a andar-
- Y ahora ¿a donde vamos? -le pregunto, mientras llamaba a Lluna para que los siguiera.

Tomaron una senda que se adentraba en el bosque, donde los árboles se volvían más juntos y las plantas y flores eran más abundantes. Estuvieron un buen rato caminando, hasta que Noah ya no sentía la planta de los pies de tanto andar; y sus piernas, cara y manos le escocían de tanto rozar con las ramas de los árboles y la vegetación.

De repente, tras darle la vuelta a unos matorrales, se abrió ante ellos una pequeña esplanada, en la que sólo habían, hierba, flores, pequeños peñascos diseminados aquí y allá y alguna raiz que sobresalía de los árboles más próximos. También había algunas setas, pero su tamaño era bastante más grande que las que ella conocía, éstas tenian el sombrerillo del tamaño de una calabaza.

Pero lo que dejo a Noah totalmente atónita fue, todos los seres que allí estaban reunidos. Sentados en las piedras o sobre las raíces que sobresalían del suelo; revoloteando en el aire, recostados sobre una seta, apoyados en el tronco de un árbol, arrodillados en el suelo, o simplemente de pie; había toda clase de personajes de lo más extraño que nunca se hubiera podido imaginar.

Continuara . . .