martes, 2 de febrero de 2010

extraña experiencia



Dice un pajarito . . .

. . . que erase que se era . . .

. . . una muchacha sin nombre . . .

. . . en una ciudad cualquiera . . .

. . . una tarde de primavera . . .


. . . estaba la muchacha sentada en el banco de un parque, tranquila, feliz, abstraída en sus ensoñaciones y absorta en el bullicio que se escuchaba a su alrededor.

Niños corriendo y jugando en los columpios y toboganes.

Madres que les regañaban o les llamaban mimosas para que acudiesen ante sus demandas.

Bebes caprichosos que deseaban ser el centro de atención de los mayores.

Transeuntes que cruzaban camino de cualquier lado dejando un pedazo de conversación inacavada, la suficiente para que durara el tramo de tiempo que se cruzaban por delante de la muchacha.


De repente . . .

. . . una extraña sensación la invadió.


El bullicio y las palabras parecian oirse más lejanas.

Y sentia que estaba creciendo y creciendo, hasta que todo a su alrededor había quedado de un tamaño diminuto.


Lo más raro de todo era que le daba la impresión de estar viendo la escena como si ella fuera una niña gigante y de repente la tierra se hubiera convertido en su casa de muñecas y sus muñecas fueran todos los habitantes de la tierra.

La niña jugaba con ellas y les asignaba su cometido.

- Tu hoy seras la maestra.
- A ti te tocara hacer de ladrón

- Tu hoy no juegas por que ayer te portaste mal.

- Tu tienes que ser el que se ahoga en la piscina.

- Y tu, al que le toca la lotería.

De vez en cuando, se escuchaba una protesta de alguien que no estaba conforme con el papel que le había tocado ese día. Pero lo hablaban y al momento todo quedaba arreglado.

A la niña, algunas veces, le daba una rabieta y cogía a las muñecas y las tiraba de los pelos y las lanzaba al suelo. Aunque luego arrepentida, volvia a tomarlas en sus brazos y las acunaba y volvia a colocarlas en su casita "tierra" para que siguieran jugando.

Pero como las muñecas tenian autonomía propia para moverse, se les había olvidado que eran muñecas y cuando la niña las maltrataba jugando sufrían mucho porque no recordaban que solo era un juego.

Así pasaba también cuando la niña elegía a una muñeca para ser mendiga, o para estar enferma, o ser fea, o cualquier cosa desagradable. Se les olvidaba que solo estaban jugando y sufrian de verdad.


Poco a poco la muchacha volvio a tomar consciencia del bullicio que la rodeaba y durante un rato quedo pensativa recordando lo extraño de la experiencia que poco antes había tenído.


Lentamente se había ido haciendo de noche.

Los niños y las madres se iban retirando ya hacía sus casas.

Cada vez pasaban menos transeuntes.


La muchacha se levanto del banco y se marchó por la senda. Salió del parque y llego a la acera y siguio andando camino de algún lugar . . .